lunes, 19 de noviembre de 2012

Intacto...



Caminamos subiendo por la tendida cuesta durante un buen rato, el aire fresco de la mañana acompaña, el cielo está encapotado y unas primeras y finas gotas de lluvia mojan mi rostro, un día perfecto para caminar (pienso) no se que opinará el resto. Nos adentramos por fin en el bosque dejando atrás una subida entre tierras domadas por generaciones de hombres y mujeres curtidos en la tierra serrana.
Los árboles ocultan el paisaje y descendemos buscando el río que escuchamos corriendo alegre allá abajo en el fondo del barranco. Y de pronto se abre el bosque y aparece entre la niebla el paisaje del día. Una imagen que bien merece observarla con detenimiento, el encinar de la ladera de enfrente se muestra glorioso entre las nubes, la fina lluvia, que ahora cae con más ganas y no hace más que acrecentar la gloria de un paisaje fantástico, se escucha el canto de algunos pájaros y la suave brisa moviendo alguna hoja.
En mi mente aparecen imágenes de películas y documentales parecidos a lo que veo, donde avezados exploradores recorren rincones inexplorados de este magnífico planeta, rincones primigenios, intactos, donde el hombre es solo una palabra que arrastra el viento de lugares lejanos, donde los seres que allí habitan nada deben temer. Y respiro hondo y profundo, y sigo observando como las nubes abrazan a los árboles, como la lluvia se escucha en las hojas. Es el sonido del origen del mundo.


La niebla corre, la niebla quiere escaparse
la encina quieta, no puede moverse
la niebla se ríe de los árboles al pasar
el bosque mueve sus ramas para poderla atrapar
las nubes atesoran algo
algo que esta tierra quiere
un tesoro líquido que da la vida
un regalo que quita la sed que esta tierra tiene


Si te quedas un rato mirando la imagen, junto a la música, da la sensación que las nubes se mueven

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