lunes, 12 de marzo de 2012

La sensación del descubrimiento


Subes una colina de no despreciable pendiente con piedras sueltas que dificultan el caminar con energía y eficiencia  encuentras un barranco que se dirige hacia el mar, abajo, siempre abajo, vas sorteando los diferentes recodos del descenso y cada vez te encuentras más cerca del sonido del bravo mar rompiendo en lo que quieres creer que es una pequeña cala de bolos, y sigues bajando en la convicción que lo que intuiste en el mapa y pudiste medio corroborar en Goggle Earth se haga realidad ante tus ojos, un nuevo enclave.
Y llegas y lo ves, pequeñita sí, pero salvaje, y más impresionante que lo que habías imaginado, una sonrisa de oreja a oreja preside tu rostro y piensas que ha merecido la pena caminar casi 40 minutos para llegar al lugar, arrastrando en ocasiones el culete y siempre buscando la seguridad. Muchas veces me preguntan ¿no te da cosa ir solo? Y yo respondo con otra pregunta ¿tú estarías dispuesto a arrastrar el culo y caminar dificultosamente para llegar a un sitio sólo por hacer una foto? Voy solo sí, con el riesgo que lleva meterse por sitios complicados, pero forma parte del juego, forma parte de esa descarga de adrealina que supone llegar a un sitio que poca gente conoce. Es lo que tiene la pasión por algo, que no puedes ver algo que otros sí ven y por mucho que digan, no haces mucho caso. Pero para tranquilizar al personal, yo soy el primero que valora las posibilidades de acceso si está muy complicado no arriesgo, eso que quede claro.
El mar rompe en la cala con una fuerza que asusta en ocasiones pienso que podría ser interesante meter los pies en el agua pero la pendiente de la zona donde los cantos rodados se unen al mar me indica que las olas rompe con bravura y no es aconsejable acercarse demasiado, jeje los peñascos en el mar me recuerdan, salvando las distancias al paisaje australiano de los apóstoles, y empiezo a dar vueltas por los escasos 40 metros de cala hacia arriba, hacia abajo, a un lado y a otro viendo posibilidades y voy pensando que es un sitio complicado al estar todos los elementos concentrados en tan poco espacio, no hay manera de dar amplitud. Pero disfruto del lugar y de hacer fotos. Aprovechando el mar alborotado intenté captar en la mayoría de las instantáneas el movimiento de esas fuerzas que han esculpido a lo largo del tiempo tan singular enclave.
Se va la luz y hay que volver, para no dar tanta vuelta decido trepar ladera arriba, como las cabras, sin mayor dificultad que el cansancio por la pendiente, pero sin resbalones ni tropezones, siempre con seguridad, una vez arriba, me paro un segundo para apuntarme mi vuelta en un día de aguas calmadas para seguir buscando más vistas al lugar y pensando también cual será mi próximo descubrimiento.
Panorámica de 5 imágenes: ISO 200, f11, 18 mm 4s

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