Son poco más allá de la una del medio día del 22 de Septiembre de 2012 cuando alcanzo la cima. Mulhacén (3484m) el techo de la Península Ibérica, nada más alto que yo en ese momento y en mi mente resuenan ecos de grandeza y orgullo...
... más quisiera yo haber escuchado eso. Lo que allí arriba se escucha es la algarabía de todos los allí presentes, guiris gritando alborotados enarbolando banderas de sus países de origen mientras otro, el fotógrafo del grupo les grita como deben colocarse. Un pelotón ciclista acampado tras las paredes de una antigua construcción come a resguardo del viento y un ir y venir de gente que hace que por un momento no sepa si estoy en una montaña o en la plaza mayor de cualquier ciudad, en ese momento espero ver aparecer a algún vendedor ambulante con lo último en películas o bebidas...
No podía imaginar que tan emblemático lugar pudiese encontrarse de esa manera, cierto que mientras subía se veía un trasiego de gente que bajaba y otros tantos que como yo y mi grupo subíamos, pero ...
Puede que sea un romántico de la aventura y el montañismo, o quizás esté tan contaminado por tantos documentales y series de aventuras donde el que hace cima no tiene más compañía que la de su propia voz resonando en las montañas vecinas o el abrazo de su compañero de aventura, lágrimas, risas, etc; por eso tal vez esperaba al llegar arriba encontrar un lugar sin gente, donde mis pensamientos y sensaciones ahogadas por el cansancio resonasen en mi cabeza mientrsa tomo el aliento perdido en la subida, esperando al resto de compañeros que llegarán en unos minutos y que no han podido subir a mi ritmo. Pero no, llego y el desencanto se apodera de mi, estoy contento por subir, por subir con ritmo y vigor, pero algo no anda bien en el lugar, jejeje.
El Chullo, el modesto techo de la provincia de Almería, si me ha proporcionado siempre esas sensaciones, soledad, superación, satisfacción, alegría por lo conseguido, etc; una montaña que quizás por su modestia está más abandonada que sus hermanas las 3000es, gracias doy a que no es tan conocida por el gran público.
Como me gustaría intentar subir a una montaña singular con una dificultad digna de ser recordada y que al llegar a la cima, no encontrase nada más que el viento azotando mi agotado cuerpo tras el esfuerzo de intentar domarla, pero eso ya es complicado, el mismísimo Himalaya está invadido por turistas y ya no es lo que fue. Son los tiempos que corren actualmente.
Lo que sí alabo, es que exista tanta gente por el deporte y la aventura, gente de todas las edades, hombres y mujeres, me gusta ver que las mujeres se animan a hacer actividades como el montañismo y que intenten subir a las montañas más altas. Espero que mis amigas se apunten alguna vez y suban conmigo allí arriba, estoy seguro que a ellas si les reportará magníficas sensaciones.
El Mulhacén es la montaña de la derecha, imponente en visión directa y más desde la Caldera que está a sus pies y a la que descendemos por la ladera que se ve a la izquierda |
Paisaje descarnado, sin vegetación, piedras agrietadas y desgajadas de las laderas de la montaña pueblan el camino, polvo y colores ocres llenan tu vista hasta la saciedad, multitud de lagunillas pueblan el entorno, muchas de ellas secas tras un año escaso en lluvia. Un paisaje único y espectacular que recomiendo recorrer con tranquilidad por la infinidad de caminos y senderos que recorren la Sierra. Y la subida, cada uno tiene su manera de subir, la mía es no mirar mucho hacia arriba y si mirar bastante hacia abajo, porque así veo lo que ya he subido y no pienso en lo que me queda por subir, que en una ascensión como esta, donde en ningún momento ves el final, puede llegar a desmoralizar. Paso a paso que con cada metro de ascensión se hacen más cortos y cansinos se termina llegando a la cima, donde en este caso ya he comentado lo que me encontré, jeje.
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